miércoles, 9 de enero de 2008

La eterna sombra



Yo que creí que la luz era mía,
precipitado en la sombra me veo.
Ascua solar, sideral alegría
ígnea de espuma, de luz, de deseo.

Sangre ligera, redonda, granada:
raudo anhelar sin perfil ni penumbra.
Fuera, la luz en la luz sepultada.
Siento que sólo la sombra me alumbra.

Sólo la sombra. Sin astro. Sin cielo.
Seres. Volúmenes. Cuerpos tangibles
dentro del aire que no tiene vuelo,
dentro del árbol de los imposibles.


Cárdenos ceños, pasiones de luto.
Dientes sedientos de ser colorados.
Oscuridad del rencor absoluto.
Cuerpos lo mismo que pozos cegados.

Falta el espacio. Se ha hundido la risa.
Ya no es posible lanzarse a la altura.
El corazón quiere ser más de prisa
fuerza que ensancha la estrecha negrura.

Carne sin norte que va en oleada
hacia la noche siniestra, baldía.
¿Quién es el rayo de sol que la invada?
Busco. No encuentro ni rastro del día.

Sólo el fulgor de los puños cerrados,
el resplandor de los dientes que acechan.
Dientes y puños de todos los lados.
Más que las manos, los montes se estrechan.

Turbia es la lucha sin sed de mañana.
¡Qué lejanía de opacos latidos!
Soy una cárcel con una ventana
ante una gran soledad de rugidos.

Soy una abierta ventana que escucha,
por donde va tenebrosa la vida.
Pero hay un rayo de sol en la lucha
que siempre deja la sombra vencida.


Eterna sombra (1941)
Miguel Hernández

3 comentarios:

Anónimo dijo...

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Anónimo dijo...

Yo voy soñando caminos de la tarde. !Las colinas doradas de verdes pinos, las polvorientas encinas!
¿Adonde el camino irá?
Yo voy cantando viajero a lo largo del sendero...
-la tarde cayendo esta-
En el corazón tenia
la espina de una pasion;
logré arrancarmela un dia
ya no tengo corazón..
Y todo el campo un momento
se queda mudo y sombrio,
meditando. Suena el viento
en los alamos del rio.
La tarde mas se oscurece,
y el camino que serpea
y debilmente blanquea,
se enturbia y desparece.
Mi cantar vuelve plañir:
Aguda espina dorada
!quien te pudiera sentir en el corazon clavada!

(Antonio Machado)

Cárabo dijo...

¿No ves, Leonor, los álamos del río
con sus ramajes yertos?
...
Gracias por recordarnos los caminos de la tarde y las colinas doradas de verdes pinos. Muchas gracias por Machado