lunes, 17 de septiembre de 2007

Los puentes de Euler


Las tribus bálticas de la región prusiana oriental de Tvanksta, se reunían alrededor de un enorme roble que llamaban romuva. Su civilización ardió con el árbol cuando los Caballeros de la Orden Teutónica fueron invitados por Konrad I, Duque de Masovia, a conquistar territorios paganos. Eran tiempos de las llamadas Cruzadas del Norte. Los Caballeros Teutones habían tenido cierto éxito en Tierra Santa tras su fundación en Palestina durante la Tercera Cruzada, a finales del siglo XII, y habían obtenido multitud de privilegios por parte de papas y reyes, como el derecho a quedarse en propiedad con los territorios conquistados. Pero no lograron controlar a los nativos del Báltico hasta que, en 1255, el rey Otokar II de Bohemia, el más poderoso monarca de todo el Sacro Imperio Romano-Germánico, segundo hijo de Wencesleao I de Babenberg, acudió en ayuda de los Caballeros para dominar y cristianizar definitivamente a los paganos. Fue entonces cuando fundaron Königsberg, la Ciudad del Rey, en honor a Ottokar.

El tiempo no transcurrió inocentemente durante siglos y, probablemente, el río Pregolya, o Pregel, que cruza la ciudad y muere en la laguna de Vístula, primero, y, poco después, en el Báltico, se tiñó muchas veces con la sangre derramada en incontables guerras. Pero es también la ciudad que dio a luz a uno de los más ilustres hombres de la Historia: Immanuel Kant. El filósofo iluminado vivió prácticamente su vida entera en Königsberg, desde su nacimiento en 1724 hasta su muerte, el 12 de febrero de 1804, y llegó a ser catedrático de Lógica y Metafísica en la Universidad de la ciudad. Por aquel tiempo, el matemático más célebre del momento era Leonhard Euler, suizo de Basilea y una de las mentes más prodigiosas de todos los tiempos. Euler llegó a Prusia en 1740, escapando de una Rusia zarista que no cuidaba bien a los científicos.

En la imagen (realizada con Google SketchUp) vemos el corazón de la ciudad: una isla en el río Pregolya que alberga la llamada Catedral de Kant. Y, lo más importante, siete puentes que cruzan el río por distintos puntos sobre los que Euler construyó uno de sus famosos acertijos: cómo cruzar por todos y cada uno de los puentes sin pasar nunca dos veces por uno mismo. No es nuestra intención desvelar aquí el misterio, pero sí que nos digáis cómo lo haríais vosotros.

Prusia llegó a ser el país más grande de Europa, incluso después de la unificación de los estados germanos en el siglo XIX con el Káiser Guillermo, derrotado Napoleón III. La Historia volvió a dar la vuelta una vez más con la capitulación de Alemania tras la Primera Guerra Mundial y la desmembración de Prusia entre Alemania y Polonia. Pero el golpe definitivo llegó con la Segunda, a cuyo término Königsberg quedó reducida a cenizas, como ocurriera con la ancestral Tvanksta. Esta vez las bombas de los aliados hicieron de Caballeros Teutones. Setecientos años después de Ottokar II, los restos de la ciudad de los siete puentes pasaron a formar parte de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, con el nombre de Kaliningrado, en honor del político bolchevique Mijaíl Ivanovich Kalinin. Hoy, después de la independencia de Lituania, es una ciudad aislada del resto de Rusia y rodeada de Europa, y muchos sueñan con una nueva Königsberg. Otros, incluso, sueñan que vuelven los tiempos de romuva, y descubren extrañas runas en un claro en el bosque.

No hay comentarios: