miércoles, 16 de septiembre de 2009

Las habas mágicas




Hoy he visto por primera vez en mi vida a Norman Foster en carne y hueso, y he tenido la normal sensación de quien ve a una celebridad, es decir, la sensación de estar frente a un monstruo, frente a un ser de otro mundo, tal vez paralelo al nuestro, el de los comunes (no, no necesariamente mediocres). Le he observado detenidamente, me he deleitado analizando los matices físicos y mentales de un arquitecto, un artista, e intentaba imaginarme su proceso creativo, su forma de trabajar y relacionarse con el mundo a través de su forma de mover el lápiz entre sus dedos, o de fijar la mirada en un interlocutor de la charla.

Don César Gómez Campo era también un monstruo, siempre tuve esa sensación en su presencia. Fue un profesor, un artista a su manera, y le gustaba hablar con humildad de todo lo que sabía, que era mayor que el infinito. Ahora ya no está entre los vivos, me enteré hace unos días. Sólo espero que estés bien, César, que no hayas sufrido en el tránsito y que, al otro lado, sigas aprendiendo cosas para enseñárnoslas cuando lleguemos nosotros.