Estas lluvias benditas de mayo y junio nos están dejando el paisaje sembrado de gramíneas como la lindeza de la imagen. Tan a ras de suelo buscaba la solución a mis problemas que, siguiendo esa suerte de ferrocarriles que forman las juntas de los adoquines de la acera, me topé con la sombra de este sencillo bromo. De repente, me pareció que estaba delante de una de esas secuoyas gigantes de Norteamérica, rodeé el ejemplar contemplando las grietas del tallo, acerqué la mano para tocarlo y miré hacia arriba, maravillado de lo alto que se encontraban los frutos, aún sin madurar, en la copa dorada.
viernes, 13 de junio de 2008
Pequeños paisajes solitarios
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