martes, 29 de enero de 2013

Comprando el tercer paisaje



Una exposición temporal en el Caixaforum del Paseo del Prado de Madrid nos trae estos días una pequeña muestra de la obra Reality properties: Fake States,  de Gordon Matta-Clark (Nueva York, 1943-1978). Hijo de pintora estadounidense y pintor chileno (Roberto Matta), el no-arquitecto neoyorquino parece asumir en esta no-obra una crítica en torno a la ordenación territorial absurda, que va creando espacios aislados, vacíos de contenido y significado, improductivos tal vez. 'Propiedades realidad: estados falsos', es en realidad un juego de palabras alrededor de los real states o bienes inmuebles.

En la década de los setenta, Matta-Clark conoció que, con el mismo fin recaudatorio que mueve a cualquier ayuntamiento, en Nueva York se subastaban periódicamente pedazos de ciudad, muchas veces irrisorios en tamaño y extraños en cuanto a localización: trozos de acera, esquinas de parcelas, franjas de terreno emparedadas entre proyectos ejecutados, un par de metros cuadrados de un callejón. Fue comprando estos retales, a veces por 25 dólares o menos, hasta su muerte, muy temprana, demasiado, con 35 años. No tuvo tiempo siquiera de pagar los impuestos correspondientes a esas escrituras. 

Puede que su idea fuera la de dar un sentido a estos rincones olvidados por el urbanismo; proyectaba seguramente hacer instalaciones artísticas permamentes o efímeras en muchos de ellos. Tuvo tiempo de hacer estos collages de fotos y mapas, como si hubiera querido explicarse el absurdo de los recovecos creando una cartografía propia. Como si, del sobrante del collage urbano, hubiera querido hacer otra obra de arte.  

El ayuntamiento hizo cuentas antes o después y abandonó la idea de las minisubastas de los no-espacios públicos, pues seguramente salía más caro el collar que el perro. 

lunes, 7 de enero de 2013

El tercer paisaje


El bello bosquete de olmos jóvenes que pasa el invierno en esta esquina de Cuatro Vientos, en Carabanchel (Madrid), no pertenece a ningún jardín; tampoco es el borde de un parque ni el principio de un bosque natural. Estos pequeños olmos, y las verdes gramíneas y crucíferas que los acompañan en esta época del año, están en tierra de nadie (no es literal). 

El gran jardinero Gilles Clément (1943, Argenton-sur-Creuse) diría que se trata de una muestra de lo que él mismo llamó 'tercer paisaje': un espacio de naturaleza improductivo, según una de sus muchas definiciones; en este caso, definido según su relación con la sociedad.

Clément escribió en 2004 el "Manifiesto del tercer paisaje" (2007, Ed. Gustavo Gili) a partir de una observación del paisaje de Vassivière (región de Limousin, en Francia), con el Centre International d'Art et du Paysage. "Si dejamos de mirar el paisaje como si fuese el objeto de una industria, podremos descubrir de repente -¿por olvido del cartógrafo, por negligencia del político?- una gran cantidad de espacios indecisos, desprovistos de función, a los que resulta difícil dar un nombre."

Un jardinero hace filosofía siempre. Aquí Clément hace de filósofo al evocar el escrito de Emmanuel-Joseph Sieyès de 1789: "¿Qué es el tercer estado? Todo. ¿Qué ha hecho hasta ahora? Nada. ¿Qué aspira a ser? Algo." Nuestro bosquete de olmos está olvidado por las autoridades y por los jardineros, pero existe y aspira a ser algo, no sabemos qué. Probablemente, un bosque de ribera, de esos que seguían al Manzanares y sus riachuelos. Pero, atención, debemos tener en cuenta una característica sombría que nos apunta Clément: "el tercer paisaje cambia de forma y de propuesta por el juego del mercado, que es un juego político." Merece la pena observar y pensar este tercer paisaje, esta plebe de los espacios, este paria del paisaje.