martes, 28 de agosto de 2012

El Príncipe Feliz

Recordaba el cuento de Oscar Wilde como uno de los más nobles y hermosos de mi infancia. Lo he vuelto a leer veinticinco años después, traducido por Borges y con ilustraciones de Georges Lemoine, en la edición de Gadir. He vuelto a sentir el mismo frío invernal que llega a la ciudad y la misma compasión por los pobres habitantes desamparados y marginales, afrontando situaciones difíciles. Ojalá tuviéramos la estatua dorada de un príncipe en cada una de nuestras ciudades, y ojalá se quedaran aquí las golondrinas solidarias y valientes para poder afrontar el invierno que tenemos por delante. Que vivan los cuentos y los cuentos hermosos.