viernes, 13 de junio de 2008

Pequeños paisajes solitarios


De vez en cuando, quizás más frecuentemente de lo que pensamos, dejamos caer la vista al suelo buscando la solución del problema. Si tenemos suerte o estamos inspirados, solemos dar con él. Otras veces, nos topamos con algo que no estábamos buscando y nos detenemos en el detalle. Se podría decir que cuanto más hondo es el problema al que nos enfrentamos, más se nos agudiza la vista y más pequeño será el detalle al que lleguemos inesperadamente.

Estas lluvias benditas de mayo y junio nos están dejando el paisaje sembrado de gramíneas como la lindeza de la imagen. Tan a ras de suelo buscaba la solución a mis problemas que, siguiendo esa suerte de ferrocarriles que forman las juntas de los adoquines de la acera, me topé con la sombra de este sencillo bromo. De repente, me pareció que estaba delante de una de esas secuoyas gigantes de Norteamérica, rodeé el ejemplar contemplando las grietas del tallo, acerqué la mano para tocarlo y miré hacia arriba, maravillado de lo alto que se encontraban los frutos, aún sin madurar, en la copa dorada.